Del libro “El
contador de historias” del Dr.
Camilo Cruz
La roca
Un grupo de
ingenieros se encontraba realizando el estudio geológico del subsuelo de una
zona en la que se planeaba construir una carretera de acceso a una remota
población. Al llegar a cierto tramo del
camino se encontraron con un obstáculo que, a primera vista, daba la impresión
de ser imposible de superar: una gigantesca roca atravesada en un punto por
donde, necesariamente, debería pasar la vía.
No parecía haber
forma de desviar el camino sin incurrir en gastos enormes que harían poco
viable su construcción, de modo que decidieron que la única solución era
despedazar el gigantesco peñón y removerlo del lugar. El problema era que, debido a su localización
y a la inestabilidad geológica del área, no era posible el acceso de maquinaria
pesada, ni mucho menos el uso de explosivos para removerlo. Tendrían que recurrir a la manera más
rudimentaria de llevar a cabo aquella tarea:
mediante el uso de un buen mazo y de mucha paciencia.
Cuando la
compañía anunció que buscaba un contratista local que pudiera realizar el
trabajo en un plazo de dos semanas, varios constructores y obreros de la región
acudieron a la zona para evaluar el proyecto, pero, a pesar de su interés
inicial, pronto lo rechazaron.
Al primer
contratista en llegar, no le tomó sino unos cuantos segundos observar la
descomunal roca para concluir que era una tarea
imposible. “Es demasiado
grande. No creo que nadie vaya a lograr lo que ustedes piden”, decretó
enfáticamente y se marchó.
El siguiente, no
vio la tarea como algo imposible de realizar.
“Puede hacerse”, dijo con cierta seguridad, “pero no me atrevo a asegurar que yo sea el indicado para llevar a cabo
este trabajo”.
Otro que llegó
después, tomó un poco más de tiempo examinando el terreno, pero al final llegó
a la misma conclusión: “No es imposible,
y en otras circunstancias yo estaría en capacidad de lograrlo”, expresó con
firmeza. “Sin embargo, sin los recursos, ni el equipo necesarios,
va a ser imposible”.
El más cínico de
todos, inventó mil excusas y se marchó de inmediato, no sin antes exclamar con
gran sarcasmo: “¡A quién se le ocurre construir una carretera en este lugar! El mejor consejo es que se olviden de esta
locura y dejen las cosas como están”.
Durante los
primero dos días, todos los contratistas que evaluaron el proyecto, tarde o
temprano, lo rechazaron. La tarea daba
la sensación de ser imposible o, en el mejor de los casos, prometía ser tan difícil de realizar en dos semanas que
no valía la pena embarcarse en tal faena.
Cuando todo
parecía estar perdido, apareció un joven, quien, después de examinar la roca
con gran cuidado, acudió a los ingenieros y les informó que, no solo era
posible romperla, sino que é era el indicado para realizar tal labor.
Estaba dispuesto a aceptar el reto porque intuía que la culminación exitosa
de un proyecto de tal magnitud colocaría
su nombre en alto y su negocio prosperaría.
Entusiasmados con
su optimismo, y al no tener otra opción, los ingenieros decidieron contratarlo,
no sin antes advertirle que, si el trabajo no se completaba en las dos semanas
pactadas, no se le pagaría un solo centavo por el esfuerzo realizado.
Al día siguiente,
el joven acudió al lugar a estudiar con mayor detenimiento el inmenso peñón,
buscando identificar el punto exacto sobre el cual enfocaría todo su
esfuerzo. Tras un largo rato de
observación, tomó un tizón, marcó una “X” en uno de los lados de la roca y se
dispuso a comenzar su tarea de inmediato.
El joven sabía que aquello no sería cosa de uno, ni dos días. Tenía claro que debía poner manos a la obra a
la mayor brevedad posible y trabajar arduamente si quería completar el trabajo
en el plazo convenido. Así que alistó su
mejor mazo, organizó su horario de trabajo y comenzó la faena.
Día tras día,
venía con su mazo y le propinaba cientos de golpes a la gigantesca roca
asegurándose de concentrar todo su
esfuerzo en el punto que había marcado desde un principio. Y pese a que no advertía progreso alguno, su
voluntad nunca desfalleció ni sucumbió en ningún momento a la tentación de
cambiar el punto sobre el cual había decidido concentrar su energía.
Después de tres
días de insistente labor, su terca persistencia terminó por llamar la atención
de los vecinos de la zona. Algunos de
los que habían rechazado el proyecto comenzaron a darse cita en el lugar para
observar, con burlona actitud, la terquedad de este joven que se rehusaba a
darse por vencido. Y mientras él
trabajaba con la seguridad de que obtendría una buena paga, ellos preferían
disipar su tiempo criticándolo y burlándose de su decisión de aceptar tan
absurda tarea. Aún así, su confianza no flaqueó. Ignorando las críticas y negándose a escuchar
a quienes buscaban disuadirlo, él continuó entregado a su labor, aún después de
enterarse de que los ingenieros que lo habían contratado ya estaban pensando en
otros planes alternos ante la aparente imposibilidad de despejar el camino.
El último día,
como de costumbre, el joven llegó temprano a su trabajo y, aunque le quedaran
unas pocas horas antes de que venciera el plazo asignado para lograr su
objetivo, tomó el mazo y se dispuso a reanudar
su faena con el mismo entusiasmo con que había estado trabajando hasta ese
momento.
Sus críticos más
duros se encontraban allí, ansiosos de presencia el instante en que él tuviera
que aceptar su derrota y capitular sin haber logrado su cometido ni haber paga
alguna después de tanto esfuerzo. Pero
él tenía clara su meta y no estaba dispuesto a renunciar a ella cuando sabía
que el éxito podía encontrarse a la vuelta de la esquina.
De repente, ante
las miradas incrédulas de todos los presentes, después de dar el primer golpe
de esa mañana, sorprendentemente, la roca se partió en varios pedazos,
despejando el camino. Quienes acudían
aquel día por primera vez a ver al joven no podían creer que la roca se hubiese
partido después de un solo golpe.
Haciendo caso
omiso al bullicio generado entre los espectadores como consecuencia del súbito
desenlace, y con evidente placer por haber logrado los resultados que se había
propuesto, el joven tomó su mazo y partió para informarles a los ingenieros
sobre la finalización del trabajo.
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Esta narración
tiene una característica particular que la hace muy efectiva y es que reúne
múltiples personajes que juegan diversos papeles alrededor de un mismo
evento. Esto nos permite apreciar las
diferentes maneras en que las personas responden ante una misma circunstancia,
un aspecto muy importante cuando trabajamos con grupos grandes en los que es
inevitable encontrar diferentes tipos de
personalidad, múltiples talentos, diversas formas de afrontar los retos y, con
seguridad, cada persona está lidiando con una roca que considera imposible de
romper.
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