Del Libro “90 respuestas a 90 preguntas”
de Martha Alicia Chávez
¿Qué hay detrás de la flojera”
La pereza, más comúnmente llamada
flojera, es tal vez uno de los defectos humanos que más se desprecian. Desde que somos niños nos enseñan con
vehemencia que es mala, peligrosa, indeseable y ¡pecado capital! Los padres y los maestros no soportan ver a
un niño flojo, y los adultos perezosos son repudiados y juzgados.
Aun cuando todos tenemos ratos o tapas
en que sentimos flojera y desmotivación, hay personas para quienes ése es su
estado normal. Pareciera que esa gente a
la que llamamos floja no tiene energía vital;
cualquier actividad que realiza le exige más esfuerzo a la mayoría de
las personas. En casos extremos, y tal
como lo decimos de manera popular, le tiene que pedir permiso a sus brazos para
moverlos y convencer a sus piernas para que caminen. Deja casi todo inconcluso, tiene una enorme
pila de pendientes por hacer en la vida y una gran incapacidad para tomar
medidas al respecto.
Los perezosos reciben mucho rechazo y
regaños por parte de quienes los rodean; ellos mismos se rechazan y regañan a
sí mismos, y como es de suponer, sienten mucha culpa. Es muy importante entender que la persona
perezosa no lo es por gusto, mucho menos por decisión. Los que tenemos capacidad de acción podemos
llegar a creer que nomás es cuestión de que quieran, hagan a un lado la flojera
y ¡actúen! Pero hay mucho más que eso
detrás de la flojera.
Hay varias posibles razones para que
una persona experimente esa apatía y aplanamiento al que llamamos pereza:
por una parte, puede ser síntoma
de una depresión no identificada como tal y por lo tanto no
atendida; también puede deberse a deficiencias nutricionales, e
incluso podría ser señal de algún problema
glandular que crea desequilibrios químicos en el cuerpo, o quizá el indicio de una enfermedad
enmascarada o todavía no manifestada.
Pero en el plano psicológico, lo que hay detrás de la flojera son
sentimientos viejos, bloqueados, negados y reprimidos, que merman y ahogan
el flujo energético de la persona, llamado eros
o fuerza vital, la cual deja de fluir y se encuentra estancada, atorada, y para
decirlo en términos muy simples, le baja la batería. Esos sentimientos son por supuesto dolorosos
o amenazantes, difíciles de enfrentar, por eso es que la persona los ha
bloqueado. Es necesario entender que el
hecho de negarse a reconocer un sentimiento no significa que éste se vaya; ahí se queda, sigue existiendo y afectando la
vida, y buscaré salidas sustitutivas, patológicas, para manifestarse.
A una persona que experimenta esa clase de “pereza
existencial” le conviene buscar ayuda profesional, médica, nutricional y
psicológica, para recuperar el aliento de vida que
se le ha apagado. Quienes viven a su
lado necesitan apoyarla para dar el primer paso, hacer la cita, acudir a ella y
seguir las indicaciones recomendadas, ya que, como mencioné, a estas personas
les cuesta inmensamente realizar acciones que para cualquiera de nosotros
pueden ser la cosa más fácil. Asimismo,
la persona afectada de flojera crónica necesita tener la disposición para
reconocer que requiere ayuda y para dejarse ayudar, poniendo todo de su parte a
fin de resolver el problema.
La flojera no es natural al ser humano. Estamos
diseñados para tener energía vital, motivación, entusiasmo y capacidad de
acción; cuando las cosas no funcionan
así, es algo que anda mal, y la buena
noticia es que tiene solución.
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