Del libro “90
respuestas a 90 preguntas” de Martha
Alicia Chávez
¿Cómo enseñar a tus hijos la gratitud?
Me impresiona y
me entristece sobremanera cómo tantas personas, de todas las edades, están
enfermas de ingratitud.
La gratitud es
una apreciación, una alabanza… Todo en
la naturaleza la expresa al ser lo que es:
los pájaros cantando mañana y tarde, el sol brillando, el mar y el río
fluyendo, los árboles y las plantas creciendo, floreciendo y dando frutos. Sólo el ser humano se olvida de expresarla. No sólo me refiero a la gratitud por estar
vivos y tener todo lo que tenemos, sino a la acción de agradecer a las
personas que nos atienden, nos ayudan, nos regalan, nos aconsejan, nos apoyan,
nos dan el paso, etcétera.
¿Por qué es
importante la gratitud? En primer lugar,
porque se siente bien. Date cuenta
del bienestar físico, emocional, mental y espiritual que experimentas cuando
agradeces algo. En segundo lugar,
porque la gratitud no es sólo un lindo y deseable valor relacionado con la
buena educación, sino que es también una poderosa fuerza que abre puertas y
caminos. Cada vez que agradeces,
creas un camino para que por ahí venga más de lo mismo. Cada vez que agradeces, pones una gran
cantidad de poderosa energía en eso que estás apreciando y “notando”, y aquello
en donde pones tu atención, crece y se multiplica.
Te des cuenta de
ello o no, eso sucede cuando agradeces.
Pero también cuando la gratitud viene en dirección contraria; es decir, cuando es a ti a quien agradecen,
se pueden experimentar de manera clara los hermosos efectos de esta poderosa fuerza
sanadora y armonizadora. Date cuenta
cómo, cuándo te agradecen, quieres seguir dando, seguir
haciendo, seguir apoyando.
¿Cómo enseñar a
tus hijos la gratitud? Es muy fácil: ¡agradeciendo! Es decir, que te vean y oigan agradeciendo y
que a ellos les agradezcas también. Con
frecuencia encuentro cierta resistencia de parte de muchos padres, cuando
sugiero que digan cosas como: “Gracias,
hijo, porque tendiste tu cama, o recogiste tus platos o tu ropa”. La reacción de esos padres ante mi sugerencia
es: “¡Pero si es su obligación! ¡Es lo
que le toca hacer en casa!” Y mi
respuesta es: “Tu obligación es
mantenerlos, hacerles de comer, etcétera, y sin embargo, esperas y les pides
que te agradezcan por ello”.
Aunque tu hijo
haga cosas que “son su obligación”, agradécele.
Los padres también debemos dar las gracias a nuestros hijos cada vez que
la situación lo requiera, y no suponer que hacerlo nos resta autoridad o fuerza. De ninguna manera es así, sino todo lo
contrario. Ellos internalizarán sin
lugar a dudas esta hermosa actitud, que como ya dijimos, más que un valor es
una fuerza armonizadora que les traerá muchas cosas buenas en la vida.
Asimismo, te
recomiendo que la gratitud se vuelva parte de tu estilo de vida. En lo personal, cada que voy en mi coche y
llego a mi destino, le doy las gracias por el servicio que me dio; cuando me
deshago de ropa o cosas, les agradezco también por todo lo que me dieron, y no
se diga a las personas que trabajan para mí, a quienes les digo que agradezco y
aprecio muchísimo cómo hacen mi vida más fácil.
También le agradezco al mar, al aire, a mi cuerpo por responderme tan
bien para hacer todo lo que hago en la vida… absolutamente a TODO le doy las
gracias. Si tus hijos ven en ti esa
actitud, ten por seguro que también la desarrollarán.
La apreciación y
la gratitud se sienten extremadamente bien, pero además de eso, echan a andar
en nuestra vida la “Ley del Incremento”.
Su nombre la define: lo que
agradeces y aprecias, regresa multiplicado.
Como
frecuentemente digo: no me creas nada,
experiméntalo.