Algunas heridas se curan más rápido si te mantienes en
movimiento. Sucede lo mismo con las
contrariedades de la vida. Tal vez pierdes tu trabajo, una relación
amorosa no funciona o, quizás, las deudas se siguen acumulando. Pero no puedes detener tu vida para sufrir
por la injusticia de las heridas del pasado.
En lugar de eso, busca maneras de
seguir adelante. Posiblemente haya
un mejor trabajo esperando por ti, tal vez será más satisfactorio. Tal vez tu relación necesitaba un cambio o
tal vez hay alguien que es mejor para
ti. Quizás tus retos financieros te
inspirarán a encontrar maneras más creativas de obtener riqueza.
No todo el tiempo puedes controlar lo que te sucede; siempre pasa algo en la vida que no es tu
culpa o que no está en tus manos evitar.
Pero tienes la opción de darte por vencido o de seguir
luchando por una mejor vida.
Mi consejo es que tengas en mente que todo sucede por alguna razón y
que, al final, siempre habrá un resultado favorable.
Cuando era niño, sólo asumí que era un bebé totalmente
adorable, con un carisma natural y que era tan lindo como cualquier otro sobre
la Tierra. A esa edad, mi gozosa
ignorancia era una bendición. No sabía
que yo era distinto ni conocía los desafíos que me esperaban. Verás, yo creo que nunca se nos da más de
lo que podemos manejar. Te aseguro que por cada discapacidad
que tienes, también has sido bendecido con habilidades más que
suficientes para lidiar con tus retos.
Dios me proveyó con una sorprendente cantidad de
determinación, además de otros dones. A
muy temprana edad pude probar que,
incluso sin miembros, era atlético y bien coordinado. Era un bloque, pero también era un
muchachito, un diablillo que rodaba y se aventaba. Aprendí a colocarme de manera erguida:
apoyaba mi frente contra la pared y me impulsaba. Mamá y papá trabajaron conmigo durante mucho
tiempo para ayudarme a dominar un método más cómodo, pero yo siempre insistí en
hacerlo a mi manera.