jueves, 26 de julio de 2012

Del Libro “Para mejorar tu vida” de Francisco J. Angel…..




Vamos a suponer que vas a buscar trabajo pero interiormente crees que no lo vas a conseguir.  Cuando te estás arreglando piensas:  “Me voy a poner lo que sea, al fin y al cabo ni me van a contratar…..  ¿lustrar mis zapatos?.... no,  ¿para qué?”  Te preparas para salir y quién sabe porque, se te hace tarde y piensas,  “ahora menos me van a contratar.”  Por fin llegas a tu cita y viendo a los demás que esperan, piensas:  “alguno de estos conseguirá el trabajo pero, yo no.”  Bajas los hombros y antes de entrar a la entrevista, ya estás deprimido.  Arrastrando los pies, pasas a la oficina del contratante y le dices:  “ya no hay trabajo, ¿verdad?”
El resultado es obvio.

Imaginemos lo contrario.  Te levantas muy temprano el día de tu cita, te arreglas lo mejor posible y piensas. “Hoy tengo trabajo a como de lugar”.  Planeas tu día y eres el primero en llegar.  Sonríes a la secretaria y le dices:  “Vengo por el trabajo.”  Pasas a la entrevista pensando:  “Con esta actitud que traigo, este amable señor sería un burro si no me contrata”  El contratante te ve así, erguido, entusiasta, caminando con seguridad y sin pensarlo grita….
¡ ¡ ¡ ¡ Contratado! ! ! !
Hay algo dentro de ti que te abrirá todas las puertas, hará tu vida mejor y que cambiará la forma en la que los demás te ven y te tratan:

La Actitud Mental Positiva.
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jueves, 19 de julio de 2012

Del Libro “Por favor podría mi verdadero yo ponerse de pie?, de John Powell….



  

Debemos evitar la acumulación de tensión.

Encuesta:
  1. ¿Lo irritan los detalles menores?
  2. ¿Tiene problemas para dormir?
  3. ¿Se levanta por la mañana sintiéndose cansado y de mal humor?
  4. ¿Se preocupa mucho?
  5. ¿Se siente atrapado?
  6. ¿Suele reñir con quienes están más cerca de usted?
  7. ¿Padece de frecuentes síntomas físicos (dolores de cabeza, indigestión, alergias, etcétera?

Nota: Si respondió  “SI” a una sola de las anteriores preguntas, puede estar experimentando una acumulación de tensión.


Normalmente, aludimos a la tensión sólo cuando uno de los llamados “órganos blanco” (cabeza, estómago, piel, espalda) nos envía una señal de ansiedad.  Desarrollamos dolor de cabeza, malestar estomacal, irritación en la piel, o dolores en la parte baja de la espalda.  El cuerpo hace todo lo posible para advertirnos que las presiones se están acumulando. O, podemos perder el apetito o empezamos a comer con voracidad, dependiendo de la forma en que reaccionamos ante la tensión.  Casi siempre nos inclinamos a “reaccionar con exageración” porque la realidad se ha distorsionado y hemos perdido la perspectiva.  El ruido más leve se vuelve insoportable.  La broma más inocente se interpreta como persecución.  Los pequeños obstáculos de la vida empiezan a parecer montañas.

Algunas personas han sugerido que el manejo de la tensión debe ser holístico, debe afectar todas nuestras partes.  Por consiguiente, se debe considerar:

Físicamente:  Realizando ejercicio físico y consumiendo una dieta balanceada.
Emocionalmente:  Expresando todos nuestros sentimientos significativos en el momento en que los tenemos.
Socialmente:  Telefoneando a un amigo, asistiendo a una fiesta, reuniéndose con gente a quien queremos.
Intelectualmente:  Alimentando la mente con la lectura, haciendo un crucigrama, asistiendo a una conferencia.
Espiritualmente:  Admirando la belleza del mundo, escuchando música;  dedicando diez minutos diarios a la meditación o a la oración.



Hablemos de los efectos del ejercicio físico.  Cuando quemamos la acumulación de tensión con una caminata diaria, o trotando de una manera vigorosa, o en un sudoroso partido de raqueta, o con una enérgica nadada;  limpiamos de nuestro cerebro de la torrente sanguínea los elementos bioquímicos de la tensión.  Al mismo tiempo, despejamos los canales de la comunicación, nos volvemos mucho más capaces de hacer una reflexión tranquila.  Empezamos a aceptar las diversas situaciones de la vida de una manera más tolerante y tranquila.

La apertura emocional.  Gran parte de nuestro estrés proviene de emociones reprimidas o embotelladas.  A veces concibo el proceso de suprimir nuestros sentimientos como estar aplastando un resorte emocional.  Para hacerlo tenemos que detener el resorte abajo, lo cual requiere de un prolongado esfuerzo.  Cuando por fin la tensión se vuelve insoportable, de pronto explotan nuestras emociones.  El resorte no se puede contener más tiempo.  Los espectadores de la explosión emocional de este tipo por lo general se quedan desconcertados.  Ignoran por completo el prolongado esfuerzo anterior para mantener ese resorte abajo.  Sólo quedan sorprendidos por la repentina e inesperada explosión.

Es como la tensión en la cuerda de un violín o de una guitarra.  Si está muy tensa, se romperá.  Si no hay tensión tampoco habrá música.  Y por consiguiente, el estrés en sí  es neutral.  Sin embargo, nuestras reacciones hacia éste, basadas en nuestras creencias y valores personales, son lo que le dan al factor de tensión un poder positivo o negativo sobre nosotros. 
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jueves, 12 de julio de 2012

Del Libro “Sé un ADOLESCENTE feliz” de Andrew Matthews


Algunas cosas son sólo de tu incumbencia


El que alguien te haga una pregunta no quiere decir que tengas que contestarla.  Obviamente, por respeto a los papás y a los maestros frecuentemente tendrás que decirles lo que quieren saber.  Pero entre compañeros de escuela algunas cosas son sólo de tu incumbencia.

No siempre tienes que dar explicaciones por lo que haces.  Si tus amigos te preguntan:
·         ¿Por qué usas esta ropa?
·         ¿Por qué haces eso?
·         ¿Por qué andas con él?
·         ¿Por qué oyes esa tonta musiquita?

Puedes decir algunas veces  “Me va bien”, o “Sólo porque me gusta”.  No hace falta decir más. 

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jueves, 5 de julio de 2012

Del Libro “Comunícate, Cautiva y Convence” de Gaby Vargas



SOLICITO UNA PERSONA QUE ME ESCUCHE

Escucho esta anécdota:  Un tipo llama a su médico de cabecera:  “Víctor, soy yo, Juan.  Estoy preocupado por mi mujer, creo que se está quedando sorda:  “¿Por qué dices eso?” “Porque la llamo y no me contesta.”  “Mira, puede que no sea tan grave. A ver, vamos a detectar el nivel de sordera de tu esposa:  ¿Dónde estás tu?” “En la recámara.”  “¿Y ella?” “En la cocina.  Bueno, llámala…”  “Lupee…. No, no escucha.”  “Bueno, sal de la recámara y grítale desde el pasillo.”  “Lupeeee…  No hay respuesta.” “No te desesperes….  Llévate el inalámbrico, acércate a ella y sigue llamándole….”  “Lupeeee,  Lupeeeeee…  No me contesta.  Estoy parado en la puerta de la cocina, la puedo ver de espaldas, está lavando los platos.  Lupeeeee….  No me escucha.”  “Acércate más.”  El tipo entra en la cocina, se acerca a Lupe, le pone la mano en el hombro y le grita en la oreja:  “¡Lupeeee!  La esposa, furiosa, voltea y le dice:  “¿Qué quieres?, ¡QUE QUIERES, QUE QUIEEEERES!, ya me llamaste como 10 veces  y siempre te contesté  “¿Qué quieres?”  Cada día estás mas sordo, deberías consultar “un doctor…”
Esto es un clásico diálogo de sordos.  ¿Te ha pasado?  La queja es generalizada:  “ ¡No me escucha!” y…. ¡qué frustrante es!  ¿Cuántas veces tenemos esta sensación en relación con nuestra pareja, hijos, jefes o gobernantes?  ¿Cómo te sientes?  ¿Qué problemas acarrea?  Podríamos decir que, en la mayoría de los casos, la conversación no existe.  Es una ilusión, una serie de monólogos que se interceptan.  Eso es todo.

Escuchar es uno de los mejores y más amorosos regalos que podemos darle a una persona,  especialmente cuando está herida, molesta o preocupadaEscuchar puede ser la diferencia entre aprobar o reprobar un examen, fortalecer o destruir una relación, hacer o perder una venta, conseguir o perder un trabajo, motivar o desanimar a un equipo, ganar o perder una elección. 
Abrir el alma no es asunto fácil y depende, en gran parte, de quien nos escucha.  A pesar de nuestras buenas intenciones, es común que nos desconectemos y no pongamos atención a lo que nos dicen.  Una razón es que nuestro cerebro puede captar las palabras tres o cuatro veces más rápido de lo que una persona habla normalmente;  entonces, es fácil aburrirnos y desconectar la mente poco a poco mientras el otro continúa hablando.  Lo irónico es que todos estamos ansiosos por contar nuestra historia y deseamos que nos escuchen.  En caso de no encontrar una oreja compasiva y paciente, se me ocurren dos posibles soluciones;  podemos ir al psicólogo y pagar 700 pesos por cada media hora, o bien, podemos poner un anuncio en el periódico que diga lo siguiente:

  
SOLICITO UNA PERSONA QUE ME ESCUCHE CON ATENCION

Que esté presente física y psicológicamente, es decir, que cuando yo le cuente mi historia, me vea a los ojos, sin estar pendiente de lo que sucede alrededor y que no se distraiga ni se entretenga haciendo garabatos mientras yo hablo.  Que sepa captar, mediante mis gestos y mi lenguaje corporal, mi estado de ánimo, y que me invite a compartir mis pensamientos con ella.  Que no sólo escuche pedacitos de los que digo mientras pone cara de que me escucha.  Quiero que nos sentemos frente a frente, a la misma altura, sin mesas ni celulares, ni televisión de por medio;  que su postura sea relajada, que está atenta a lo que digo.
Que al hablar me deje el camino libre, que no hable, que no me dé consejos, que no me interrumpa con aseveraciones o preguntas que sólo buscan información y que nunca están motivadas por el interés de saber cómo me siento.  Como me gustaría que esta persona no tema a los silencios, a las pausas que me ayudan a reflexionar y ordenar mis pensamientos;  que sea empática, que sienta lo que yo siento, que vea lo que yo veo y, si acaso prefiero guardarme algo, que lo respete y no trate de abrir la puerta a la fuerza.
Algo que me anima mucho es escuchar frases del tipo:  “Cuéntame mas….”  “¿De veras….?”  “¡Qué bárbaro…!”  “¿Entonces…?”  “Claro…”  Me alientan porque me hacen sentir escuchada.
Me gustan las preguntas prudentes, aquellas que son abiertas y me ayudan a aclarar y ordenar mis sentimientos; preguntas como:  “¿Qué pasa por tu mente?” o “te veo muy contenta, ¿me quieres platicar?”  Desearía que esta persona, que busco con tanto afán, me escuche sin juzgar, sin criticar, sin culpar y sin hacerme sentir mal por lo que digo.  Me encantaría que me escuchara más allá de lo que dicen mis palabras, que las traspase para captar la esencia de lo que digo.  Eso me invitaría a desenvolverme y expandirme. 
Yo, por mi parte, sentiría un gran alivio al contarle lo que vivo y lo que siento.  Me sentiría más aceptada y amada.  En agradecimiento, me comprometería a devolverle, de la misma manera y en el momento que lo requiera, este regalo tan grande y le haría saber que valoro su atención porque, cuando me escucha, yo me escucho y eso me permite encontrar la mejor solución a mis preocupaciones.  Informes al Tel…..


Ojalá la encuentres….. 
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