jueves, 25 de julio de 2024

 

Del Libro “Por el placer de vivir” de César Lozano

 

Ser oportunos

 

Saber cuándo, dónde y cómo resolver los pendientes y los problemas que se van presentando.

Recuerdo que mi madre, con inteligencia y sabiduría, buscaba el momento adecuado para tratar los problemas ásperos, las deudas y los arranques de cólera de mi papá o de alguno de nosotros.  Normalmente se ponía guapa para recibirlo. Pero cuando se arreglaba más que de costumbre era porque tenían algún compromiso.  Uno de esos días se sentó pacientemente a ver la caricatura de Tom y Jerry con nosotros. ¿La recuerdas? Si contestaste que sí, ya no te cueces al primer hervor, o sea, “ya estamos más para allá que para acá”. Constantemente volteaba a ver el reloj esperando la llegada de mi padre, que ya se había retrasado. Cuando él llegó, se levantó y le dijo:

– ¡Antonio, ya es muy tarde, la cena con tu mamá y tus hermanos era a las ocho, y ya casi dan las nueve!

Mi padre, hecho una furia, empezó a decir que él no va a ninguna parte, que había tenido mucho trabajo y que por ningún motivo iba a salir.  Se metió a su cuarto dando un portazo.  El silencio de mis hermanos y hermanas se hizo presente viendo a mi madre con cara de ¿?, entonces ella volteó y nos dijo:

– No pasa nada, su papá trabaja mucho por nosotros. Viene muy cansado. Anden, sigan viendo la televisión.

Ella se fue a la cocina, partió queso, sacó del refrigerador una cerveza y se la llevó a mi papá que seguía encerrado en su cuarto.

Yo siempre he sido muy curioso… lo sabes.  Entonces fui y pegué mi oreja en la puerta para escuchar lo que sucedía en el interior.  Escuché a mi madre, con una voz muy dulce, más de lo habitual, que le dijo:

– Ten, Antonio, te traje este quesito que compré hoy para ti. También esta cervecita bien fría. Al ratito vengo.

Entonces corrí y me senté con mis hermanos. Mi madre se sentó con nosotros y permaneció ahí pacientemente alrededor de quince minutos. Entonces, se dirigió nuevamente a la habitación donde estaba mi papá, cerró la puerta, a la cual me acerqué para escuchar lo que ambos hablaban, en eso ella le dijo:

– ¿Te gustó el queso, mi amor?

– Sí – contestó mi papá con una voz muy diferente a la que habíamos escuchado unos minutos antes.

– ¿La cerveza estaba bien fría?

– Sí, mi amor – contestó mi papá.

– Qué bueno, te la traje con mucho gusto – y agregó –: bueno, se me cambia rapidito porque la reunión es con su familia, no con la mía. Y además tú fuiste el que puso la fecha y la hora de la reunión.

– Sí, ya voy – contestó mi papá con un tono de voz de arrepentimiento.

– ¡Ah! – dijo mi madre –, y que se la última vez que me gritas así delante de mis hijos.

 

¡Sopas! ¿Así o más prudente?

No cabe duda de que la prudencia al hablar y al actuar hace milagros, ¿no crees tú?

Tenemos siempre la tentación de querer tratar las broncas en el momento, cuando se nos ocurre, pero a veces la imprudencia es tal que lo único que se ocasiona es un problema más grande de lo que es.

Ser oportunos para decir un te quiero o un perdóname también es un gran reto.

 

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jueves, 18 de julio de 2024

Del libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” de Marian Rojas Estapé - Si deseas algo

 

Del libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” de Marian Rojas Estapé

 



Cuando una mujer está embarazada y pasea por la calle, puede pensar: “¡Qué cantidad de carritos de bebé hay en mi barrio!”. En realidad no hay un boom de natalidad. Lo que ocurre es que su cerebro está más “sensible” a ese dato. Si algo nos interesa, el cerebro hace lo posible por localizarlo de entre todos los inputs que recibe.  Cuando buscamos pisos que se alquilan, de golpe, nuestro cerebro ve carteles por doquier.  Si estamos interesados en un modelo de coche de pronto nos lo topamos en todos los semáforos… Probablemente muchos de esos carteles o coches estaban ahí desde hace tiempo, pero no tenías la intención o capacidad de verlos. Tu cabeza estaba en otros menesteres.

 

Si ansías algo con fuerza, serás capaz de visualizarlo.

Ello no significa que por el mero hecho de desear algo vaya a ocurrir al día siguiente. De lo que se trata es de darle al cerebro objetivos e ilusiones para estar abiertos a ellos si pasan a nuestro lado. El problema es que mucha gente desconoce lo que “ansía”, incluso simplemente se deja llevar. A la mayor parte de las personas que no le suceden cosas interesantes, en su vida es por una razón muy sencilla: no saben qué quieren que les suceda.

 

Imagina, piensa y sueña a lo grande; actúa en lo pequeño

Usa de forma sana tu imaginación. Si deseas algo – con cierto realismo – de verdad y lo imaginas con fuerza, puedes conseguirlo. Deja tu corazón volar, haz un plan de acción y ejecútalo. El plan es fundamental: sin plan ni objetivos a corto plazo, las cosas buenas no se logran. En palabras de Bernard Shaw, no pasa nada por hacer castillos en el aire, siempre y cuando seas capaz de construir cimientos bajo ellos. Usa tu imaginación. Sueña. Neurobiológicamente, suceden cosas impresionantes en el cerebro cuando imaginas algo con fuerza y con ilusión.  Tu cerebro experimenta un cambio, ya que induces un estado emocional que tiene la capacidad de modificar el normal proceder de tus neuronas.

 

Uno atrae lo que le va sucediendo en la vida.

Enfócate en lo que deseas de verdad, usa tu pasión para ilusionarte en un proyecto grande – ¡o pequeño! – pero que despierte lo más profundo de tu ser, y comenzaras a sentir que algo sucede en tu interior. Ganas en seguridad, en confianza, en alegría… Y, algo más sorprendente aún, tu cerebro cambia. Estados de ilusión mantenidos a lo largo de unos días activan un proceso de neurogénesis: células madre acuden al hipocampo – zona de memoria y aprendizaje – y se transforman en neuronas. Conocemos pocas maneras de regenerar nuevas células neuronales, ¡la pasión y la ilusión son una de ellas!

 

Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro (Santiago Ramón y Cajal).

Tu mente y tu cuerpo se transforman cuando perciben que algo bueno puede acontecer. No se trata de obsesionarte con lograr un objetivo exacto – la vida no siempre te lleva por donde tú quieres, – sino en conseguir un estado mental que te dirija a sacar TMV – Tu Mejor Versión –. Recuerda que obcecarte con una meta puede conllevar el efecto contrario, es decir, no visualizar alternativas interesantes que surgen en tu vida porque únicamente estás enfocado en lograr algo muy específico y concreto. A veces hay que tomar distancia, obtener una versión más global y, quizá, apuntar hacia una meta distinta.  En la vida recibimos constantemente “señales” – cada uno puede denominarlas como más le convenga – para encontrar un camino adecuado y poder entonces desarrollar nuestra mejor versión.


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Del libro “No te preocupes, ¡Enfádate si quieres!” de Ajahn Brahm. - Expectativas

 

Del libro “No te preocupes, ¡Enfádate si quieres!” de Ajahn Brahm.

 

Baja tus expectativas

 

La norma del 7 nos muestra por qué nunca debemos esperar el 100%.  Pone de manifiesto por qué es bueno para nosotros faltar algunas veces.  Apunta para fallar el 30% de las veces, y tendrás una vida fecunda.  Trata de no fallar nunca, y estarás tan estresado, temeroso y receloso que no sacarás mucho de la vida.  Así pues, baja tus expectativas al 70% y empieza a gozar de la vida.

Tenemos unas expectativas tan altas de nuestros maridos y esposas que nos parece difícil disfrutar de una relación duradera en la que ambos nos sintamos lo bastante aceptados para crecer.  Así, si tu marido solo merece un 7, ¡magnífico! Si tu esposa saca una nota de 9.8 dile que se relaje más y cometa algunos errores, ¡o te desharás de ella!

Los padres deben bajar las expectativas de sus hijos.  ¡Solo la mitad de los niños pueden llegar al 5 en la escuela! Y los niños deben bajar también las expectativas de sus padres.  Nadie ha terminado todavía de crecer.  De hecho, a menudo digo a los padres budistas que si sus hijos, en la escuela o en el instituto, entran en el 10% más alto o en el 10% más bajo no son buenos budistas. 

Los chicos quieren tener una novia guapa. Las chicas con frecuencia quieren tener un marido rico. Unos y otros deben bajar sus expectativas para tener una vida feliz. Cuando un chico se casa con una chica guapa, estará celoso durante el resto de su vida, preocupado por que pueda ser seducida por otros hombres. Pero si se casa con una chica del montón, no tendrá esa preocupación. Si una chica se casa con un tipo rico, como tiene bastante dinero para conseguirse una amante, siempre estará sospechando que le es infiel. Pero si se casa con alguien corriente, entonces su matrimonio será más seguro y ella podrá relajarse. Este es otro ejemplo de como bajar las expectativas hace la vida más fácil y más agradable. 

jueves, 4 de julio de 2024

Del Libro “Conversando con MAYUYI” de Alicia Campos Vera - Pérdida de bienes materiales

 

Del Libro “Conversando con MAYUYI” de  Alicia Campos Vera

 

PÉRDIDAS DE BIENES MATERIALES

 



Mayuyi estaba enterada del robo del auto, pero no había tocado el tema esperando a que Elvira lo hiciera cuando estuviera lista.  Fue un frío sábado por la mañana en que ambas mujeres salieron al patio buscando el calor del sol cuando Elvira le contó brevemente lo acontecido. Su rentera escuchó con atención, sin juzgarla ni culparla; luego simplemente le habló del proceso de duelo.

- La etapa de la negación debió manifestarse al no encontrar tu auto en el lugar donde lo dejaste.  Primero, surge la duda: “¿En dónde lo estacioné?, ¡debió ser aquí!”, y en tu mente repasas el momento del arribo, la dirección y los pasos que caminaste hacia el centro comercial y qué locales te quedaban al paso. Cuando empiezas a tener certeza de que estás en el lugar correcto, te entra el temor de que te hayan robado la unidad y surge el miedo de que sea real, por eso lo niegas y sigues analizando dónde pudiste haberlo estacionado.

Elvira había estado muy atenta a cada palabra, y su rostro dibujaba asombro total, parecía como si Mayuyi hubiera vivido exactamente lo mismo que ella.

- Cuando reconoces que el auto fue robado y por eso no está donde lo dejaste, aparece la etapa de la ira.  Te da coraje por no haberlo estacionado en un lugar seguro, por no haber guardado los regalos en un lugar menos vistoso, por la delincuencia en tu ciudad o país, y hasta por haber hecho esa última escala para comprarte el vestido.

- Sí, sí, tiene razón en todo – contestó Elvira de inmediato, sorprendida de no recibir crítica alguna y, sobre todo, por la precisión de lo que sintió.

Apenas iba a preguntarle si ya le había ocurrido lo mismo, pero Mayuyi no dejó espacio suficiente y continuó diciendo:

- Y supongo que ese enojo lo descargaste en quienes tuvieron contacto contigo en ese momento, como las autoridades cuando reportaste el robo, con tu esposo cuando le contaste lo ocurrido y, tal vez, hasta con tus hijos cuando llegaste a casa.

- También en eso tienen razón, Mayuyi.  Le grité a mi marido cuando preguntaba y preguntaba con asombro cómo habían ocurrido las cosas, y confieso que hasta a las autoridades donde presenté la denuncia les llegué a levantar la voz e hice comentarios ofensivos acerca de la pobre vigilancia y muchas cosas más; tuvieron que pedirme que me calmara. A usted sí le puedo decir con honestidad que me irritaba sobremanera que mis hijos preguntaran sobre lo que había pasado y cuestionaran lo que íbamos a hacer para desplazarnos a la escuela y sus actividades sin auto.  Creo que la ira nos ciega y podemos hacer y decir cosas de las que después nos arrepentimos.

- Te debes dar permiso para sentir enojo, tristeza, dolor, impotencia, inseguridad y todo lo derivado de la pérdida de un bien material.  Estamos hablando de un artículo costoso, tal vez con valor sentimental y en la actualidad ya es considerado como artículo de primera necesidad para tu día a día, pero al sacar ese enojo se debe hacer sin lastimarte ni lastimar a los demás.

Elvira experimentó una sensación de alivio al ver que su vecina no la culpaba, por el contrario, la entendía perfectamente y justificaba su enojo, pero le quedaba una gran interrogante: ¿cómo enojarse sin lastimar a nadie?  Cuando Mayuyi le compartió las opciones para liberar el sentimiento de enojo de una forma saludable, como gritar en la playa, escribir lo que le causaba enojo con todo el sentimiento que tuviera al hacerlo, hacer ejercicio extenuante recordando el suceso o bien haciendo ejercicios de respiración, meditación o yoga que le permitieran tener paz, ninguno le pareció adecuado, pero, en caso de necesitarlo, sabía que escogería un espacio en la playa para ver si funcionaba, eso era algo que ya había visto en algunas películas.

- Después del enojo puede aparecer la etapa de la negociación o pacto, donde tal vez pensaste cosas como “prometo ser más precavida la próxima vez, pero que, por favor, encuentre mi auto, aunque sea sin llantas, pero que lo encuentre”, o algo parecido.

- No solo rogaba por encontrar mi auto, sino también por recuperar todos los regalos que había comprado pensando en cada uno de los muchachos y mi esposo.  Y sí hice un pacto, ofrecía estacionar mi auto en lugares seguros y, definitivamente, cuidar de no dejar nada a la vista con tal de recuperar todo.

- Algunas veces esa etapa pasa desapercibida o no sucede, pero la que sigue es la más difícil, es la etapa del dolor y la depresión.  En esta fase, el mismo organismo reacciona de forma muy sabia con el llanto, con desgano, incluso se puede perder el apetito, tener dificultad para concentrarse y para dormir.  Además, surgen las preguntas del “¿por qué?”: “¿por qué me ocurrió a mí y no a otra persona?”, “¿por qué no hay suficiente vigilancia?” O, en su defecto, ¿por qué hay tantos ladrones? Y también surgen los “debí” y el “sin tan solo hubiera”. Por ejemplo: “debí ocultar los obsequios”, “si tan solo hubiera estacionado el auto dentro del centro comercial” o “si no me hubiese tardado tanto en la compra del vestido”, pero todo eso no tiene respuesta. De hecho, algunos cuestionamientos que nos hacemos son por el sentimiento de culpa.

- Todavía sigo creyendo que fue un gran error hacer esa última escala para comprar mi vestido.

- Esa es una forma de verlo, pero las cosas van a pasar cuando tengan que ocurrir.

- Gracias por no decirme como todos que fue mi culpa.

- Cuando perdemos algo – continuó Mayuyi con esa calma y claridad que le caracterizaba al exponer sus conocimientos y opiniones –, normalmente buscamos culpables, a los ladrones, a las autoridades, a los médicos en casos de pérdidas de salud, a la pareja en caso de divorcio, a los jefes cuando hay despidos laborales, a la vida, a Dios, etc. Culpar a los demás nos da la sensación de quitarnos un gran peso de encima y sentirnos mejor. Por el contrario, al aceptar la culpa nos da el peso de la responsabilidad y pago de consecuencias. En el caso de la pérdida de tu auto, ese día y en ese momento creíste que el lugar era seguro y que no era necesario ocultar los regalos, o definitivamente, ni cuenta te diste que estaban a la vista de quien pasara por un lado de tu auto, así que ¿dónde está la culpa? Tú te sentiste culpable momentos después porque tu auto había desaparecido o cuando tu familia empezó a culparte, pero vuelvo a repetir, cuando fuiste por tu vestido no había culpa y no debe existir después.

- Viéndolo de ese modo ya me siento mejor, aunque el coraje todavía no se me quita.

- Está bien, tómate tu tiempo en gestionarlo – respondió con una sonrisa y dando una suave palmada a su inquilina; luego hizo una breve pausa danto tiempo a la reflexión y continuó diciendo – Hay otro factor importante que puede contribuir a que una pérdida sea dolorosa, y es la expectativa. Nuestra expectativa es siempre estar a salvo. Creo que nadie espera ser asaltado y cuando eso pasa nos duele. Todos esperamos vivir con seguridad y quisiéramos que las autoridades siempre estuvieran a nuestro lado para evitar el robo o para atrapar al ladón antes de que se lleve tus pertenencias y, si eso no ocurre, hay sentimientos de coraje, tristeza, impotencia y muchos otros.

“Otra razón por la que duele perder un bien material es por el valor que tiene, tanto monetario como emocional. En mi experiencia, perder un auto de la manera que sea es muy doloroso porque forma parte de tu vida diaria, porque tal vez te tuviste que limitar de algunas cosas para poderlo pagar, porque es parte de la historia familiar al haber tenido paseos y viajes inolvidables, o porque fue un regalo, o porque perteneció a alguien que ya no está contigo, y por muchas otras razones. Por eso es que duele al grado de llorar cuando nos quedamos sin él.

- Es correcto. Cuando nació el más pequeño de nuestros hijos, sabíamos que necesitábamos un carro más grande, y en un 14 de febrero, mi esposo me sorprendió con esa linda camioneta, y era el auto de los paseos y el de las compras navideñas.

Al decir esto, Elvira tenía un nudo en la garganta y sus ojos ya dejaban ver la formación de algunas lágrimas, así que Mayuyi decidió pasar de inmediato a la última etapa, la cual mencionó con un poco de entusiasmo.

- Lo bueno es que, una vez que superas esas etapas, ya solo falta la aceptación o resolución del duelo, donde hay que preguntarse: ¿Qué voy a hacer con lo que me queda? En tu caso, tal vez tengas que evaluar opciones para moverte en lo que compras una nueva unidad, ver que opciones de regalos puedes improvisar para tu familia. Además, puedes enfocarte en buscar un aprendizaje de esta mala experiencia, como asegurar el próximo auto, ponerle alarma y hasta un localizador GPS, no volver a dejar cosas a la vista ni dejarlo en lugares que pudieran ser inseguros ante las condiciones actuales en el país.


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