Del libro: “El Regalo”
de Stefanos Xenakis
EL ELECTRICISTA
Me lo recomendó un amigo, y me fío de su criterio. Todas las
personas que me ha recomendado han acabado siendo excelentes. El electricista
se llamaba Yanis, y no era una excepción. Lo supe en cuanto puso un pie en mi
casa. Podría haber sido un científico. De hecho, en su ámbito lo es.
Rápido, preciso y pulcro. Yo seguí con mis cosas y él se
puso manos a la obra. Era el tipo de persona al que no le tienes que decir las
cosas dos veces.
–Esta chapuza habría que arreglarla. ¿Me pongo a ello? – Me preguntó
en un momento dado.
– Claro, Yanis, todo tuyo – le respondí, absorto en mi
trabajo.
–Pero, para arreglarlo, voy a tener que romperlo – añadió
– Perdón, ¿cómo? – exclamé, como arrancado de un trance.
–Que para arreglarlo tengo que romperlo, Stefanos. No hay
tutía.
Eso me hizo pensar: para arreglar algo, antes tienes que
romperlo.
Mis hijas es lo que hacen cuando juegan con los LEGO. Construyen
castillos, casas y escuelas, y les encanta. No quieren perderlos. Pero se
quedan sin bloques de LEGO para montar otras cosas y, después de hacer unos
cuantos pucheros, caen en la cuenta de que deben destruir lo viejo para
construir lo nuevo.
En la vida pasa lo mismo. Algo muere para dar paso a lo
nuevo; muere para poder renacer. Y lo podemos aplicar a las relaciones, las
amistades, los negocios, los edificios, las emociones… En definitiva, a todo.
A menudo nos aferramos a lo viejo y, sin embargo, si no nos
desprendemos de ello, no daremos paso a lo nuevo. Faltará espacio. Si no te
deshaces de tu ropa vieja, no te cabrá la nueva en el armario. Si el verano no
se terminara, no podría llegar el otoño. Si no vacías la mente, no puedes
albergar pensamientos nuevos. Pero no nos gustan los cambios. No
queremos tirar esas camisetas ni que se acabe el verano, y tampoco estamos dispuestos
a vaciar la mente.
Y luego nos da por tratar a la gente de dieciocho años como si aún fueran críos; no superamos el hecho de que nuestras parejas rehagan su vida; nos comportamos como si siguiéramos en 2011, en la “época dorada” de Grecia, cuando todo era “mejor”. Preferimos arrastrar el ancla por el lecho marino antes que levarla. Que no nos sorprenda entonces que siempre estemos enfermos.
Cuando te resistes a
afrontar la realidad, ¿Sabes quién gana?
Así que empieza a vivir.
NO, MAÑANA NO, HOY.
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