Del Libro “Conversando con Mayuyi” de Alicia Campos Vera
En una mesa cercana a la entrada se habían acomodado los más
jóvenes del grupo, entre ellos los nietos de Adolfo y las hijas de Olivia,
quienes compartían lo difícil que era separarse de los amigos. Justo
cuando Mayuyi se aproximaba a la mesa, escuchó decir al menor del grupo que al
despedirse de su amigo sintió que una parte de su vida se iba con él. Después
de saludar a todos, la mujer retomó el tema diciendo:
— Así que perdiste a un amigo.
— Mi mejor amigo desde el kínder se fue a vivir a otro país.
— Con razón bien dijiste que una parte de tu vida se iba con
él. Debe ser muy doloroso.
— Ya tiene varios meses de eso, pero aún lo extraño. Era mi
confidente, mi aliado y mi cómplice.
— Una combinación que no es fácil de encontrar.
— Tiene razón, tengo muchos amigos, pero con ninguno me
siento con la confianza de platicarle todo como con mi amigo Pepe. Aunque
conforme pasa el tiempo, ya tampoco puedo platicarle todo a él porque hacerlo
en videollamadas no es lo mismo, y seguido me corta porque tiene otras
actividades o le están hablando sus nuevos amigos.
— Tal vez tengas que trabajar en el apego y dejarlo ir.
— ¿Dejarlo ir?
— Sí, al ser tan unidos, se forma un grado de apego, de
dependencia, de hacer las cosas solo con él, aun teniendo a más amigos, pero,
como bien dices, él ya tiene nuevas amistades y círculos sociales, lo cual está
bien; entonces, tal vez debas dejar ir a ese amigo incondicional de tu
infancia y aceptarlo ahora como ese amigo en el extranjero al que
solo podrás ver o contactar de vez en cuando.
— Creo que ya entendí, debo cerrar mi círculo de duelo.
— Dicho de otra forma, sí, es correcto.
— Es lo que me ha dicho mi mamá.
Todos habían estado muy atentos al diálogo, porque de alguna
forma se identificaban con el acontecimiento del muchacho, pero cuando Janeth
escuchó la palabra duelo, entró en confusión.
— Pero ¿por qué hablan de duelo si no se ha muerto?
— El duelo es solo un proceso para sanar el dolor de
perder algo o a alguien, y en este caso se ha perdido al amigo de la
infancia, al confidente, aliado y cómplice de una etapa de la vida.
— Oh, es cierto, ya entendí.
— Además, los amigos del alma son los hermanos elegidos
con el corazón, así que es una pérdida significativa por el hecho de
estar lejos.
— ¿Entonces tiene que pasar por la negación, ira,
negociación, dolor y aceptación? — dijo Janeth en forma pausada mientras
recordaba lo que en varias ocasiones había escuchado en las pláticas sostenidas
entre su madre y Mayuyi.
— Es correcto.
— Negación no hay, porque es un hecho que ya no está aquí;
ira no siento, pero dolor, aunque leve, sí existe porque lo sigo extrañando,
aunque creo que cada vez menos.
— Igual una carta de despedida al niño de la infancia
y una carta de bienvenida al amigo adulto te pudiera ayudar — dijo
sonriente Mayuyi en señal de que era algo positivo.
– Qué buena idea. Yo ya había empezado la carta de despedida
porque mi madre también me la sugirió, pero sentía que la estaba haciendo para
un amigo que murió, sin embargo, despedir a un amigo de la infancia
tiene más sentido, y aceptarlo ahora como un nuevo amigo creo que me va
a hacer sentir bien.
Las expresiones en los rostros de los muchachos eran de
alegría, y Mayuyi suspiró con satisfacción al ver que las nuevas generaciones
ya hablaban de forma más abierta sobre las pérdidas y el proceso de duelo. Así
que se despidió del grupo para continuar su recorrido por el salón.