jueves, 28 de mayo de 2015

Del Libro “El libro de los amigos” de Andrew Matthews




DEJA DE DAR EXPLICACIONES


¿Con frecuencia tratas de justificar tus actos?
¿Acostumbras explicar tu proceder a los demás?
Una característica de las personas con decisión y seguras de sí es la siguiente:   NO dan explicaciones, simplemente hacen lo que hacen.
Cuando somos pequeños, no hay otra salida.  Siempre tenemos que dar explicaciones a nuestros padres y profesores, generalmente con el fin de evitarnos problemas o una buena tanda de nalgadas.  Pero si queremos ser adultos felices, necesitamos pensar y actuar de manera más independiente; sentirnos realizados, sin tener que dar explicaciones de todo lo que hacemos a nuestros parientes, amigos y vecinos.
Obviamente, en ocasiones es preciso ofrecer una explicación al jefe o justificar nuestros actos ante nuestros socios.  La persona que paga tu sueldo tiene derecho de saber qué haces y por qué.  Para construir una relación estrecha con tu pareja, quizá querrás intercambiar continuamente motivos e ideas.  Pero más allá de eso, ¡debemos saber que no tenemos que andar por la vida como si estuviéramos sobre el banquillo de los acusados!  Estoy hablando de convicción personal:  de que tú decidas tus asuntos y nadie más.  Algunas personas tienen la costumbre de indagar sobre cosas que no les incumben.
Cuando tu vecino te pregunta:  “¿Por qué vendes tu casa?”, tal vez prefieras responder:  “porque quiero”,  en vez de ofrecerle una explicación sobre tendencias económicas y finanzas personales.
No tienes que ocultarle las cosas a la gente.  Pero el solo hecho de que alguien te haga una pregunta no significa que les incumba o que debas responderla a satisfacción.

Cuando el vendedor de autos de la localidad te invita a la presentación de los nuevos modelos del año, no tienes que explicarle nada.  Él te dice:  “venga a ver nuestro nuevo modelo.  Le va a fascinar”.  Tú le respondes:  “no, gracias”.
- ¿Por qué no?
- Tengo otras cosas que hacer, pero gracias por la invitación.
- De acuerdo, pero ocurre que este carro es dinamita pura.  ¿Por qué no quiere usted venir?
“Le agradezco que se haya acordado de mí, pero no, gracias”.  Fin de la conversación.

¿En la actualidad justificas tus actos y ofreces a la gente explicaciones que no le incumben?  No tiene nada de malo que la gente pregunte.  Pero tú tomas la decisión y puedes responder sólo las preguntas que tú desees.

Cuando tu cuñado te pregunta:  “¿por qué renunciaste a tu empleo?”, sonríe y responde:  “tenía ganas de hacerlo”.

Tu vecino te interroga:  “¿por qué vas al gimnasio seis veces por semana?”. Tú contestas:  “me hace sentir bien”.

Cuando alguien te pregunta: “¿desea usted cooperar para la cruzada en favor de los caracoles del jardín?”, sencillamente responde “no”.  No tienes que contestar: “es que hoy traigo poco dinero”, o “la semana pasada doné un pastel para la causa”; solo tienes que decir “no”.  No hace falta explicación.

... Otras preguntas que no tienes por qué contestar son:
1.-  ¿Por qué nunca visitas a tu suegra?
2.-  ¿Por qué cuidas tanto el dinero?  El dinero es para gastarlo.
3.-  ¿Por qué tiras el dinero?  Piensa en una época de crisis.
4.-  ¿Por qué no sales con Chuck?
5.-  ¿Por qué no compras un auto nuevo?
6.-  ¿Por qué cambias de auto tan seguido?
7.-  ¿Por qué compraste eso?
8.-  ¿Nunca te has arrepentido de no haberte casado con Daisy?
9.-  ¿Por qué sales con él?
10.- ¿Eso es lo único a lo que te dedicas?
Vive como tú prefieras;  dedica tu tiempo a lo que mejor te parezca.


EN SÍNTESIS:   Toma tus propias decisiones.  No ofendas a la gente, pero debes ser franco contigo mismo.  Si decides ofrecer explicaciones, hazlo porque deseas compartir tus pensamientos con otra persona y no porque necesites de aprobación.

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jueves, 21 de mayo de 2015

Del Libro “El libro de los amigos” de Andrew Matthews





Tú eres responsable del trato que recibes



Si no te gusta cómo te trata la vida, actúa de otro modo; solo de ti depende que la gente aprenda a tratarte como quieres.  Con demasiada frecuencia le echamos la culpa a los demás.  Si tu sociedad fracasa o tu matrimonio se viene abajo, también tú tienes la culpa.  Si todo mundo abusa de ti, tú tienes la mitad de la culpa.

Considera el caso de Helen, quien es pisoteada por su marido.  Ella se lamenta:  “mi marido, Brutus, me trata como a un trapeador.  No hago más que recibir órdenes de él.  Jamás me ayuda en casa y solo salimos a donde él quiere.  Brutus nunca me da dinero para mí.  Me trata como basura y no valora nada de lo que yo hago.”  Helen padece el clásico complejo del mártir:  “¿qué habré hecho para merecer esto?”   
“¿Por qué no te le plantas a Brutus?”, le preguntamos a Helen.  Y ella responde:  “una vez lo hice, y él perdió los estribos y atravesó la puerta del baño de un puñetazo.  Entonces me di cuenta que no valía la pena hacerlo enojar.  Simplemente me conformo con lo que él quiera”.

Quizá Helen no se dé cuenta, o no lo quiera admitir, pero ella es la que ha entrenado a Brutus.  Te garantizo que él no hostiga a todo mundo;  solo a quienes se lo permiten.  Hasta este momento, Helen ha preferido la opción más fácil; rehuir la responsabilidad, ser débil, guarecerse en la comprensión de sus amistades, echando toda la culpa a Brutus, el Bárbaro.  Si Helen modificara su manera de reaccionar ante su marido, ¡Brutus pronto quedaría domesticado!

¿Qué debería hacer Helen?  En primer lugar, podría empezar a respetarse.  Los demás nos respetarán en la medida en que nosotros mismos nos respetemos.  Cuando Brutus perciba que Helen espera un buen trato, empezará a cambiar su proceder.  Las personas que son pisoteadas por todo el mundo llevan un letrero que dice:  “Estoy seguro de que me vas a maltratar;  yo te lo permitiré;  y después te culparé por haberlo hecho”.
Helen dispone de innumerables opciones.  Ella podría señalar:  “Brutus, si rompes una puerta otra vez, desapareceré un mes de la casa”, y debe estar dispuesta a hacerlo.  Con toda serenidad puede decirle que de ahí en adelante espera ser tratada como persona.

En todas las relaciones se necesitan dos para hacer un tango.  Ambas partes son responsables, y ambos sacan cierta ventaja del papel que juegan.  Con su actitud, Helen evita las responsabilidades y las decisiones de peso, y puede echarle la culpa de todo al bueno de Brutus.  Este, por otra parte, tiene una esclava, se sale siempre con la suya y también puede echarle la culpa de todo a su esposa.  

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jueves, 14 de mayo de 2015

Del Libro “Educar el Carácter” de Alfonso Aguiló





Serenidad y dominio propio


Cuentan – me imagino que no será cierto, pero el ejemplo nos vale -  que ciertas tribus africanas emplean un sistema verdaderamente ingenioso para cazar monos.

Consiste en atar bien fuerte a un árbol una bolsa de piel llena de arroz, que, según parece, es la comida favorita de determinados monos.  En la bolsa hacen un agujero pequeño, del tamaño tal que pase muy justa la mano del primate.

El pobre animal sube al árbol, mete la mano en la bolsa y la llena de la codiciada comida.  La sorpresa viene cuando ve que no puede sacar la mano, estando como está abultada por el grueso puñado de arroz.

Es entonces cuando aprovechan los nativos para apresarlo porque, asombrosamente, el pobre macaco grita, salta, se retuerce…. Pero no se le ocurre abrir la mano y soltar el botín, con lo que quedaría inmediatamente a salvo.

Creo que, salvando las distancias con este pintoresco ejemplo, a los hombres nos puede pasar algo parecido.  Quizá estamos a veces aprisionados por cosas que valen muy poco, y ni se nos pasa por la cabeza abandonarlas para poder ponernos a salvo, porque nos falta dominio propio y estamos – igual que ese pobre mono – como cegados, impedidos para razonar.


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jueves, 7 de mayo de 2015

Del Libro “Soy mujer soy invencible ¡y estoy exhausta! De Gaby Vargas




TU  ELIGES

Hay que asumir la responsabilidad de nuestra autoestima, y es una tarea que nunca acaba.  Ser como quiero ser está en mis manos.  Ante todo, mi conducta debe ser congruente con mis valores, con lo que pienso, digo y hago.
Para construir una buena autoestima:

1.-    Vive conscientemente.   Ten una motivación positiva, inteligencia y energía para adquirir nuevos conocimientos y habilidades.
2.-   Acepta tus sentimientos.  Buenos o malos, reconócelos sin engañarte.  Experimentarlos de manera adecuada tiene un poder curativo.
3.-   Toma las riendas de tu vida.  Realiza tareas específicas para obtener éxitos;  es más fácil que se cumplan tus propósitos si tienes un plan de acción.
4.-   Sé auténtica.  Las mentiras que más dañan nuestra autoestima NO son las que decimos sino las que vivimos.  Pretender un amor que no sentimos;  decir que no estamos enojadas cuando si lo estamos;  sentirnos menos de lo que somos y demás.
5.-   Atrévete.  De una cosa podemos estar seguras:  si no hago nada, nada va a cambiar.
6.-  Acéptate.  Considérate una mujer digna de ser amada.  Sólo así podrás amar sanamente a los demás. 

Ciertas investigaciones concluyen que cuanto más saludable es nuestra autoestima, más tratamos a los demás con respeto, benevolencia, justicia y buena fe.  Así que, fortalezcamos nuestra autoestima y no olvidemos que sólo podemos dar lo que tenemos.

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